Las
redes transoceánicas de cable son fundamentales para la sostenibilidad de la
Sociedad de la Banda Ancha. Esas redes que surcan nuestros mares y océanos
están en la base de toda transacción digital que se produzca
intercontinentalmente.
Curiosamente,
esas redes, cuya instalación es muy cara y lenta, son unas grandes
desconocidas, pese a que en España disponemos de centros neurálgicos privilegiados,
como las islas Canarias. La primera red de este tipo se remonta a 1850, de
Dover (Reino Unido) a Calais (Francia). Duró pocas horas, víctima de un
pescador que la cortó involuntariamente.
Más
del 99% del tráfico intercontinental en comunicación electrónica (transmisiones
a 40 Gbps o 100 Gbps) circula por esas redes, en principio bastante sólidas y
estables, aunque en ocasiones, como a raíz de los terremotos de 2006, 2009 y
2011, vulnerables como la vida misma.
Otro
dato que refleja el carácter estratégico y esencial, defendido desde el CECABLE, de las redes
transoceánicas es que son defendidas por la legislación internacional. Según
datos de Ciena, el crecimiento de tráfico en las redes transatlánticas será del
44% (85 Tbps), en el Transpacífico del 49% (49 Tbps), en Introasia del 54% (59
Tbps), en Europa-Asia del 58% (23 Tbps) y en Estados Unidos y Latinoamérica del
45% (38 Tbps). La tendencia es exponencial y sin solución de continuidad.
Debemos dar las gracias, pues, a las sufridas e ignotas redes transoceánicas.
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