La Sociedad de la Banda Ancha es el motor de nuestra
civilización. En los planes de desarrollo de la mayoría de países aparece en la
pole position el despliegue y la
implementación de redes de telecomunicación de banda ancha. Más banda ancha es
sinónimo de más productividad y competitividad. De ahí esa priorización de las
redes, base para la transmisión de contenidos de calidad.
Cataluña y España se están configurando como uno de
los epicentros de experiencias de Internet a alta velocidad. El último botón de
muestra proviene de Telefónica, que prevé
alcanzar 1 Gbps en 2015 para posicionarse por encima de sus competidores más
cercanos. Ese caudal de banda ancha, que ahora parece casi de ciencia ficción y
a muchos ojos sobredimensionado, será habitual en unos años, cuando la
virtualización se generalice, la transmisión de datos prosiga su evolución (ley
de Gilder, ley de Metcalfe), la industria de la velocidad se aproxime a las
capacidades de la del almacenaje (ley de Moore en declive) y los rangos de
exigencia sean en clave Gbps. Aunque se han dado experiencias de este tipo (desde 2013 Fibracat en Cataluña ofrece 1000 Mbps de velocidad real en el hogar FTTH), el paso de una gran operadora supone un punto
de inflexión.