La
Sociedad de la Banda Ancha dibuja un escenario casi de ensueño. Conexiones de
telecomunicaciones por doquier, contenidos de calidad gracias al periodismo,
virtualización de buena parte de las tareas, conciliación entre el ámbito
laboral y el familiar y, al fin y al cabo, impulso del teletrabajo
(habitualmente mixto, no al cien por cien, lógicamente) como fórmula que cierra
el círculo virtuoso. Sociedad de la Banda Ancha = sostenibilidad y libertad, como la de los caballos de la foto. Y el
teletrabajo es la principal vía en pos de ello.
Ahora bien, para alcanzar
esa especie de karma conceptual, el paso inicial es implantar la
infraestructura de banda ancha hasta alcanzar la universalización. Esa tarea es
hercúlea, y en ella los operadores de telecomunicación están recibiendo ayudas
(escasas hasta el momento) de la administración pública y de las empresas Over
the Top (OTT).
Tanto en la implantación
de red como en la creación de los aparatos tecnológicos que la usan, la
tendencia es a minimizar costes. Y cuando entramos en esos terrenos, todos
podemos comenzar a temblar. Así, un estudio de Verité financiado por el
Departamento de Trabajo de Estados Unidos revela que la industria manufacturera de
la electrónica en Malasia emplea de forma habitual a trabajadores forzosos.
Esas circunstancias, en el siglo XXI, son descorazonadoras. No por conocidas
(prácticas en China y otros “terceros países” asiáticos, africanos e incluso
sudamericanos) esas a actividades son menos reprobables e inquietantes.
Un tercio de empleados de la industria en Malasia son forzosos. Y, lo peor,
esa práctica se está generalizando: la mayoría de empresas están
implicadas de una forma directa o indirecta en esa práctica. O sea, que todo el
sistema está afectado e involucrado. Cuando el trabajo forzoso es sistémico,
las vías de solución se complican. Y mucho.
Para acabar de rematarlo, se observa que los trabajadores inmigrantes que llegan a las fábricas malayas
deben pagar a un bróker para que les ayude a acceder a un empleo.
Por ende, cornudos y apaleados. Una vez acceden al puesto de
trabajo, a esos trabajadores se les retira el pasaporte y se les amenaza
con la deportación si rechazan someterse a jornadas maratonianas en las fábricas.
Vaya, al estilo de lo que ocurre con la prostitución en países occidentales,
donde la esclavitud aún resiste en esos reductos.
En esa espiral de presión asfixiante, a los trabajadores no les queda más solución que aceptar el aumento de las horas de
trabajo. Como en Malasia operan empresas como Samsung, Sony, AMD, Intel
o Bosch, entendemos que la reacción será inmediata. No puede ser que contra el
paraíso del teletrabajo se alce el infierno de la esclavitud.
Los derechos humanos deben
prevalecer ante todo en la Sociedad de
la Banda Ancha. Sobre ello debatimos
en el Grupo de Investigación sobre Periodismo Digital y
Banda Ancha, de la UAO-CEU y el CECABLE, en Twitter (@CECABLEresearch), Google+, en
el grupo de LinkedIn, en la página de LinkedIn, en el grupo de Facebook, en Instagram (CECABLE), en Pinterest y en este blog.
Y ahondaremos en las XX Jornadas del Cable y la Banda Ancha en
Cataluña (5-7 de mayo de 2015).
El teletrabajo tiene grandes ventajas.
ResponderEliminarHay que evitar las explotaciones del trabajador.
ResponderEliminarTener trabajo es un privilegio, siempre que no sea esclavizador.
ResponderEliminarTeletrabajo al poder.
ResponderEliminarEl teletrabajo es sinónimo de sostenibilidad. Puro o mixto, siempre es recomendable.
ResponderEliminar¡Muy bien!
ResponderEliminarEh aquí el gran problema: minimizar costes, el que produce la deslocalización de empresas a países pobres donde los derechos del trabajador son casi, por no decir directamente, inexistentes, o bien países que hacen la vista gorda a esta situación. Por eso lo que más me indigna es el hecho que en Occidente se lleva a cabo una política de sostenibilidad y los trabajadores gozan de derechos (aunque parece que cada vez menos), pero cuando se cruza al otro extremo del mundo parece que se les olvida. Y no será porque sean pequeñas empresas sin beneficios.
ResponderEliminarEn fin, ojalá el título de ester artículo fuese verdad.
Ciertamente, Gemma, el día en que el título del artículo se convierta en realidad parecerá que estemos en la Utopía.
ResponderEliminarGenial!
ResponderEliminarGran artículo, muy acertado.
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